“Ella era una mujer malcriada, tras una discusión nos alteramos y la mordí, ahora las mujeres por miedo al hombre ponen una querella por cualquier cosa en la fiscalía”.
La postura anterior corresponde a Fernelys Carrión, acusado de agredir verbal y físicamente a su pareja tras una reyerta.
El término “malcriada” que utiliza para describir a su cónyuge, es definido por el diccionario como adjetivo dicho de un niño consentido y maleducado, y empleado regularmente por una figura paterna o que posee una cuota de poder sobre el señalado.
“Todo acto de violencia es un acto de poder y se ejerce en función a una lógica de jerarquías y subordinaciones donde alguien manda y otro tiene que obedecer”, afirma el sociólogo Carlos de Peña.
Esto explicaría la actitud de Fernelys, quien fue criado por sus abuelos y asegura nunca haber visto a su abuela disputarle una postura a su pareja.
Roles permitidos
La creencia del hombre en torno a los roles de la mujer en sociedad es uno de los tópicos presentados por el estudio “Violencia conyugal en República Dominicana”, difundido por Profamilia tras la publicación de Endesa 2002.
El estudio destaca que en relación a las compras diarias, un 56.4% de los hombres cree que la mujer tiene la última palabra. Sin embargo, descarta que se trate de una actitud positiva en relación a la participación de la mujer, ya que las compras diarias envuelven poco dinero y consumen mucho tiempo. Por tanto, delegar estas responsabilidades en la mujer debe interpretarse como una forma del hombre liberarse de compromisos.
Este podría ser el caso de Edward Castro, condenado a cuatro años de prisión por violencia de género con prisión suspendida, impedimento de salida, presentación periódica y referido al Centro Conductual de la Procuraduría General de la República.
Castro se define como un hombre proveedor, capaz de producir el dinero que haga falta para mantener su hogar, pero desde que se unió a su pareja actual, esta lleva las cuentas y el control de gastos. La describe como una mujer dominadora, que le gusta estar al control, y aunque asegura que esto no le molesta, se contradice al calificar el consumo de alcohol como el detonante que provocó que perdiera el conocimiento y agrediera físicamente a su pareja, según dice, en estado inconsciente.
El detonante es definido en psicología como el interruptor que enciende y desborda una energía contenida por mucho tiempo.
Al hurgar en el caso de Castro descubrimos que, aunque no lo expresaba, se molestaba por no tener dinero para sus salidas personales y se herían sus sentimientos cada vez que su pareja, en presencia de amigos, le ridiculizaba tratando de controlarle.
“Yo soy un hombre y debo gastar el dinero, uno no puede llegar a un sitio y no poder gastar después de trabajar”, dice Edward, que se alejó del consumo de alcohol tras recomendaciones de los especialistas.
“El cambio de modelo económico implementado en el país desde 1979, basado en una economía de servicios, insertó a la mujer en la producción, provocando una respuesta colérica en el ego masculino”, entiende el sociólogo Carlos Andújar.
Justificaciones
El psicólogo Luis Vergés asegura que el 60% de los interrogados en evaluaciones conductuales mienten.
“Son muy pocos los casos donde el agresor se sincera, pero normalmente cuando una mujeraccede a denunciar al hombre por violencia es porque el asunto no es fácil”, dice Vergés.
Entre las justificaciones, aparte de las ya citadas, están los celos incontrolados de la mujer, mal carácter y su disposición a mentir ante la fiscalía para chantajear al hombre e impedir el rompimiento de la relación.
Al preguntarle a Héctor de Jesús, un joven de 26 años de edad, sobre los detalles de su condena por violencia de género, este respondió: “Supuestamente por golpear a mi mujer”.
Acto seguido pasa a describir las situaciones que lo llevaron a la posibilidad de enfrentar prisión por varios años.
Declara que abandonó a su pareja tras una discusión, pero que fue engañado por esta al solicitarle visitar el hogar para atender una emergencia médica de un hijo en común, cosa que asegura era mentira, y se justifica señalando que pasó a un altercado verbal que terminó con su entonces expareja haciéndose daño con una lámpara de noche y procediendo a llamar al 9-1-1.
Dice que fue la mujer la que se hizo daño para acusarlo como agresor.
El caso de Héctor es muy particular, al ser entrevistado por EL DÍA manifestó que para librarse de la cárcel decidió volver con su pareja, aun sin desearlo, para evitar que apelara la sentencia que le dejaba en libertad.
Otro caso es el de Álvaro Rodríguez, acusado por agredir a su esposa embarazada; la define como celosa en exceso y dice que en un acto de defensa propia procedió a morderla. Reveló que con mucha frecuencia esta acostumbraba a agredirle físicamente, tomándole de la camiseta en la zona del cuello, escupiéndolo en la cara y amenazandolo con denunciarle ante la fiscalía barrial.
Evidencias
En todos estos casos el Ministerio Público sí encontró pruebas de que los hombres realmente agredían a las mujeres. Sin embargo, tras su paso por el Centro de Intervención Conductual para Hombres, en sus palabras abundan expresiones de arrepentimiento, dolor y recomendaciones para tratar con la ira en situaciones que podrían incitar a la violencia.
Por: Anyelo Mercedes