Al momento de poner el nombre a sus hijos e hijas la imaginación de los padres no tiene límites, especialmente ahora que se prefiere seleccionarlos poco comunes. 

La  tradición de buscar un nombre bíblico o del santoral -extraído del almanaque Bristol-, así como de figuras importantes de la historia, la música, el deporte y hasta de las telenovelas o culebrones, como era habitual en la década de los 60, 70 y 80, ha ido cediendo el paso a otras tendencias en el momento que los padres ponen el nombre de sus vástagos. 

Ahora mientras más raro mejor, especialmente si es extraído del idioma inglés o es el resultado de combinar los nombres de los progenitores del recién nacido, cuando no deben su origen a un error al momento de la declaración en las oficialías del registro civil.

Para solo citar algunos casos, Marijó es una combinación de María y José; Manaury, de Manuel y Nicaury; Facry, de Franklin y Cristina; Heibert, de Heidy y Robert;  Josuendy, de José y Wendy; y Jaidelin, de Jairon y Madelin.

Actualmente, Jesús, Juan, Abraham, Noé, Pedro, Miguel, Pablo, José, Benjamín, David, Salomón, Mateo, Andrés, Lucas, María, Raquel, Altagracia, Mercedes, Esther, Sara, Magdalena, Pura, Piedad y otros nombres de personajes extraídos de la Biblia o con connotación religiosa, ya no son tan apetecibles al momento de nombrar a una criatura.

Hasta la naturaleza se ha ido dejando de lado con antropónimos que se hicieron tan populares como Topacio, Ámbar, Coral, Larimar, Esmeralda, Perla, Jade, Orquídea, Jazmín, Flor, Margarita, Rosa, Paloma, Estrella, Luna, Cristal y Aurora. 

En los casos de famosos se dan casos en que sólo se ha tomado el nombre: Julio o Camilo, en honor a los cantantes Julio Iglesias y Camilo Sesto, pero en otros casos se llega al extremo de tomar nombre y apellido, como Bruce Lee Félix o John F. Kennedy Santana. 

La tendencia
En los últimos años la tendencia es que los nombres sean extraños, a tal punto que resulta difícil escribirlos, pronunciarlos y hasta entenderlos, como los siguientes: Arislandia, Raylenny, Duarin, Yasiry, Laidenis, Yufreisy, Yesisam, Anyeri, Yarisbel, Jovanka, Grismely, Violki, Lohendy, Sardys, Dimarkis, Diecelis, Ekis, Edermys, Estibalis, Windler, Herida, Saskia, Eilatan, Arisleydy y Amisaday.

También Yakaira, Eymmi, Isolina, Yanoli, Gerolis, Margybert, Vilesi, Chadibel, Aldimel, Maricris, Glelisa, Mayster, Mairelis, Bincarli, Maybelline, Dachuelin, Micaira, Yisoris, Luzbella, Virlenia, Vieginia, Nayrovi, Berenitza, Viaqueiny, Yinsa, Viancamely, Harinton, Nadiuska, Crismeily, Barbely, Millicent, Ismairy y Yafreisy.

Sacerdotes y ministros evangélicos incluso se quedan boquiabiertos con los nombres de algunos de estos niños y niñas cuando son presentados o bautizados en los templos, siguiendo una tradición religiosa muy arraigada en la mayoría de los dominicanos.

¿Cómo? Preguntan sorprendidos cuando se les hace imposible captar a la primera mención los antropónimos de algunas criaturas.

Igual pasa en escuelas y universidades, donde los profesores logran familiarizarse con algunos nombres poco comunes de sus estudiantes luego de varias semanas pasando la lista. 

El antropólogo Carlos Andújar Persinal considera que el uso de esos nombres extraños se inició con la influencia norteamericana en la cultura dominicana, debido al gran peso de los criollos que han emigrado a esa nación y a la influencia inevitable de Estados Unidos en la vida política, social, económica y cultural de la nación.

Explicó que esto implica una pérdida de las raíces propias del pueblo dominicano.  “Se combina la influencia sajona, la invención de los padres y el atropello en la construcción de los nombres que trae como consecuencia unos nombres rarísimos”, añadió.

Lamentó que en el país se irrespeten las normativas culturales al momento de seleccionar un nombre, tras citar el caso de España, donde casi la mayoría de los ciudadanos tienen nombres castellanos, porque son muy rectos en ese sentido.

Cultura esponja
Andújar Persinal precisó que en República Dominicana existe una “cultura esponja” que todo lo absorbe y, aunque estima que eso no es totalmente negativo, si es perjudicial cuando se pierden las raíces y la identidad nacional. 

“Los padres los encuentran geniales, se sienten maravillados con algo que inventaron, pero quieren ser tan originales que terminan dificultándole la vida a los muchachos. 

Entonces, por ese afán de ser innovadores, originales, auténticos, atrofiamos la lengua, maltratamos la identidad y le transferimos un problema a ese muchacho o muchacha de por vida”, indicó.

El experto dijo que una revisión de las tendencias al momento de seleccionar un nombre refleja la mentalidad que predomina en la población de cualquier país en un momento determinado. 

Mientras el padre Luis Rosario, coordinador de la Pastoral Juvenil, entiende que el nombre en las diferentes culturas significa la persona, y citó el ejemplo de las culturas indígena y hebrea, en que cada nombre tenía un significado y le daba una peculiaridad a quien lo llevaba.

 “Por ejemplo, Emanuel significa Dios con nosotros; Moisés, sacado de las aguas, o sea, cada nombre identificaba esa persona y le daba esa peculiaridad de que cuando lo llamaban no estaban diciendo un nombre vacío, sin sentido, sino que tenía un significado concreto”, precisó. El sacerdote dijo que un nombre complicado no ayuda al crecimiento desde el punto de vista psicológico y de la autoestima a quien lo lleva, tras aclarar que no se opone a aquellos que surgen de combinar los nombres del padre y la madre, siempre que tengan un significado.

“No es que no se puedan inventar nombres nuevos, al contrario, esto se puede hacer, pero lo ideal es que los nombres tengan un significado que aporte a la concepción propia de cada ser”, agregó.

Además de esos antropónimos que a su juicio terminan siendo un “disparate” sin sentido, Rosario deploró el uso de nombres de personajes negativos de la historia para identificar a algunas personas, como Stalin, Nerón y Hitler.

“El nombre debe decir algo. Si tu nombre no te dice nada, tu persona tampoco dirá muchas cosas. El nombre tiene que ser un estímulo para la vida porque lo llevaremos durante toda la existencia”, puntualizó el coordinador de la Pastoral Juvenil.

Consultado al respecto, Leonardo Díaz Jáquez, presidente del Instituto Dominicano de Genealogía, dijo que los nombres raros pueden tener un efecto negativo en el desarrollo de la personalidad de niños y jóvenes.

“Un aspecto que se debe tener en cuenta al elegir el nombre de un niño al nacer es el entorno familiar, cultural y religioso, pues un niño dominicano que, por ejemplo, se llame Sadam Hussein, podría ser el hazmerreír del entorno donde viva y estudie”, precisó.

Deploró el uso de tantos nombres raros difíciles de pronunciar y recordar que parecen sacados de algún cuento escrito en un idioma desconocido y que, incluso, provocan muchos errores al momento de estas personas gestionar documentos personales.

Sin embargo, algunas personas con nombres extraños dicen sentirse satisfechas porque estiman que son pocos comunes y preferibles a muchos nombres “horribles” que solían seleccionar los padres en el pasado.