Oye , ¿y cuándo le darás un hermanito?, ¿no vas a dejarlo solito, verdad? Si eres padre o madre de un solo hijo seguramente escuchas con frecuencia estas preguntas.  No importa  por qué decidiste que fuera así. No importa si así lo dictó el destino porque te separaste, el presupuesto está limitado,  careces de apoyo familiar o simplemente no lo deseas. Lo cierto es que algo nos pasa con  el adjetivo “único” en el contexto familiar. 

El tema se discute hoy mucho más, porque entre las nuevas generaciones la tendencia es clara.  Las familias con hijos únicos  son una realidad en aumento, sobre todo en países industrializados como Italia,  Corea del Sur, Japón y Estados Unidos. 

En España y Portugal, el 30% de las familias tienen hijos únicos, afirma la sicóloga social Susan Newman en su libro The Case of the Only Child.

La Organización de  las  Naciones Unidas, explica Newman, ha documentado que en 25 países en desarrollo, entre ellos, Irán, Cuba y Sri Lanka, ya existe una marcada baja en el número de nacimientos necesarios para reemplazar la población (2.1). Mientras, Inglaterra está comenzando a ser llamada como China: nación de hijos únicos. No porque haya implantado una política de control de natalidad como el país oriental sino porque allí naturalmente las mujeres también están pariendo solo una vez.  

Es una consecuencia de muchos factores: la inclusión de la mujer en la fuerza laboral, el aumento en alternativas de control de natalidad, la situación económica, el aumento en divorcios, los cambios en paradigmas sociales, incluyendo el hecho de que la mujer cada vez está más dispuesta a ejercer su derecho de posponer, limitar o renunciar a la posibilidad de procrear, entre otros. 

En Puerto Rico 

Para el año 1970, aquí nacían 25 bebés por cada 1,000 habitantes. Esta cifra se redujo a 11.3 en el 2010. Significa que en los últimos 40 años la tasa de natalidad en la Isla disminuyó más de la mitad, según el más reciente informe anual de estadísticas vitales del Departamento de Salud para el 2009-2010.  

Igualmente, la cantidad de hijos por mujer ha descendido. Para 2010 fue de 1.6. 

La demógrafa Mariluz Bezares señala que aunque son diversas las razones para la reducción en la estructura familiar, en Puerto Rico ha sido un factor especialmente importante el que las mujeres están optando por su primer embarazo a edades más avanzadas. 

Las implicaciones de la disminución en número de hijos también son varias pero entre ellas, Bezares destaca que habrá menos personas jóvenes respondiendo a las necesidades de cuido de la población vieja. ¿Quién cuidará a nuestros viejos? es la pregunta que el estado tiene que responder. 

 Uno, dos, tres... ¿cuál es la diferencia?

El estereotipo del niño mimado y egoísta para referirse al hijo único se le atribuye a G. Stanley Hall, quien incluso creó un síndrome para ellos: la enfermedad de sí mismo. 

Sin embargo, investigaciones realizadas en diferentes poblaciones a través de los años han ido creando una visión distinta. 

“Miles y miles de investigaciones demuestran que los hijos únicos no son distintos a sus pares”, apunta la sicóloga Newman. 

Una de estas investigaciones fue realizada en 2010 por la Understanding Society en Reino Unido. Tras seguir  el rastro de 100,000 personas en 40,000 hogares, concluyó que los niños sin hermanos manifestaron sentirse más felices y seguros que el resto. Entre las razones para expresarse de esta forma estuvieron el no tener que esforzarse por llamar la atención de sus padres ni soportar el acoso de hermanos que les dijeran malos nombres o le quitaran sus cosas.

Otras investigaciones apuntan a que esta población tiende a madurar más rápidamente y a desarrollar la creatividad. 

Expertos  consultados coinciden en que los hijos únicos no tienen por qué tener más o menos problemas de conducta o personalidad que aquellos con hermanos.

“Sin embargo, probablemente requieran un esfuerzo adicional y herramientas específicas para el niño se desarrolle a su potencial y evitar problemas que se han asociado al hijo único”, explica la doctora Ixa Y. Rodríguez Ortiz.

Menciona la soledad, la conducta engreída o egoísta y la sobreprotección o dependencia, entre algunos de los rasgos que suelen relacionarse a los niños únicos pero que pueden manifestarse también cuando hay uno o más hermanos, opina el sicólogo Enrique Gelpí. 

 Por eso, el doctor no hace distinciones entre el estilo de crianza que los padres deben establecer. Este debe ser estructurado, consistente, con consecuencias claras. Tiene que evitar caer en una conducta demasiado permisiva o sobre protectora.  

“Se habla mucho de que los padres de hijos únicos son sobreprotectores o no tienen estructura, pero yo creo que eso es muy relativo. Ese riesgo siempre está ahí, para cualquier padre o madre”, apunta Gelpí. 

 Rodríguez, por su parte, señala que “no importa si se va a disciplinar a un hijo único o con hermanos, la disciplina debe estar basada en amor, reglas y límites”. 

El niño, coinciden los sicólogos, debe aprender que sus conductas tienen consecuencias. De esta manera es que aprenderán a tener  autocontrol, seguridad y buen criterio a la hora de tomar decisiones. 

“La sobreprotección se evita cuando los padres ven a sus hijos como personas con criterio propio y toman en cuenta sus deseos y opiniones. Deben dejar que sus hijos hagan todo aquello que ya saben y pueden hacer por sí mismos”, indica Rodríguez. 

No menos importante, los padres tienen que manejar sus propios temores para ser capaces de exponer a su hijo a experiencias que promuevan su madurez. 

¿Tan solos?

Natalia Rodríguez a veces se sorprende lamentando que su hijo Diego, de 8 años, no tenga hermanos para jugar, compartir y hasta discutir. Dice que no puede evitarlo al ser la mayor de  tres hermanos y recordar, con sus buenas y sus malas, su crianza. 

 “Yo con mis hermanos peleaba un montón, pero eso es parte de... A veces me siento hasta culpable de que él (Diego) no tenga esa relación que tuve y tengo yo con sus tíos”, comenta. 

Compartir los juguetes, la atención de los padres y sacarse de quicio son casi una obligación entre hermanos y es natural que quien lo tuvo y lo gozó de niño desee lo mismo para sus hijos.  

Pero los expertos advierten claramente una cosa: una vez se toma la decisión de no procrear más hay que vivir con ella. Es un error intentar compensar la ausencia de un hermano con cosas materiales o atención en exceso. 

Es preferible proveerles las oportunidades para interactuar con otros chicos de su edad y sin son familiares, mejor. 

“Hay que   moverse mucho más, ser proactivo para que pueda socializar y exponerse a otro ambiente distinto a estar con los padres o en el mundo adulto”, enfatiza Gelpí. 

 De esta forma, los chicos aprenden a crear lazos y experimentan las dinámicas necesarias para aprender a crear lazos que, si bien no llevan la marca del ADN, tienen todo el potencial de ser fuertes. Como bien dice el refrán: los amigos son la familia que uno escoge.

Los ocho pecados 

1-  Ser demasiado permisivo y tolerar en exceso un mal comportamiento. 

2-  Sentirte culpable por haber tenido un solo hijo y buscar compensar la falta de hermanos con premios innecesarios, regalos y mimos, en exceso. 

3-  Convertir a tu hijo un confidente o “colega” o permitir que participe de procesos de toma de decisiones propias de adultos.

4-  Sobreprotegerlo. Es un error intentar evitarle todas las penurias y malos ratos. Parte del aprendizaje es exponerse a estas experiencias. 

5-  Esperar la perfección y viver la vida a través de la de tu hijo.

6-  No aplicar las reglas que tú mismo has impuesto. Tú, y no tu hijo tiene el control de las situaciones. 

7-  Alabar en exceso es la manera más eficaz de convertirlo en un malcriado. Sé justo pero no lo reconozcas gratuitamente. 

8-  Convertirlo siempre en el centro de atención, que puede desencadenar en un miedo exagerado a que al niño le pase algo. 

Consejos generales

 Desde pequeño, promueve que comparta con otros niños de su edad. Cuando tenga edad suficiente, considera matricularlo en alguna actividad curricular que le permita ampliar su círculo de amigos.

Utiliza el juego para enseñarle reglas sociales como compartir, esperar su turno, ganar y perder, tolerar el fracaso, etc.

Evita sobre protetgerlo. En su lugar, fomenta su independencia y autonomía. 

Estimula que se esfuerce por conseguir lo que desea, en lugar de darle todo todo o hacerle la vida demasiado fácil. 

Dedícale tiempo y atención sin exagerar, consentir demasiado y permitir que todo gire en torno a él. 

Establecer límites y cuando tenga edad apropiada, enséñale a hacerse responsable de ciertas tareas. 

Evita convertirte en un padre o madre demasiado exigente y perfeccionista. Hacerlo podría desarrollar ansiedad, temores, miedo al fracaso, entre otros. Acepta que tu hijo tiene sus virtudes y defectos.

Los hijos únicos crecen entre adultos y, por tanto, tienden a madurar a temprana edad. Observa las necesidades de tu hijo en cada etapa de desarrollo y, a pesar de su madurez, evitar imponer exigencias que aún no les corresponden. 

Fomenta que juegue y se divierta como un niño de su edad. 

Por Camile Roldán Sot, elnuevodia.com