En estos tiempos del coronavirus –cuando más humanos, amorosos y solidarios debemos ser–, no se le puede tender la mano a nadie. El saludo cordial se ha abolido, el apretón de manos ha perdido valor, el abrazo censurado y apartado, y el beso: condenado y prohibido. Cuando más unidos y cercanos debemos estar, lo único aceptado y permitido es la separación y el distanciamiento. Se ve claramente entonces el choque de dos fuerzas antagónicas; la esencia de la naturaleza humana y el individuo mecánico de la posmodernidad.
En medio de la pandemia que nos cubre, ha tenido más responsabilidad el poderío de los fake news que el propio coronavirus porque el respeto a la tradición se ha quedado muy atrás.
Ante quienes le han declarado la guerra a los besos y a toda la esencia y gracia humana cultivada en todo su largo proceso evolutivo, debemos de abrir nuestro pensamiento para buscar un equilibrio entre lo que dice la ciencia y lo que indica el buen juicio.
Ante un orden social que ha impuesto una nueva forma de relaciones interpersonales, debemos reactualizar el beso para mantener viva esta hermosa tradición.
Es cierto, debemos cuidarnos y distanciarnos para evitar el contagio, pero hay que reinventar el beso… siempre será la máxima esencia del cariño. En las buenas y en las malas. Todas las relaciones comienzan con un beso. En las manos, en la boca, o en la frente.
Siempre el beso tendrá que existir.
Historia del beso
Hay muchas teorías relacionadas con el origen del beso. Se cree que todo comenzó como resultado de la lactancia o quizás mucho más atrás, cuando los homínidos caminaban por el mundo y tenían que alimentar sus crías a través de la boca.
Pero los vestigios más antiguos del beso y de los cuales hay prueba hasta hoy, provienen del Oriente, específicamente de la región de La India, donde se encontraron talladas en piedra, dentro de algunos templos, algunas figuras de seres realizando esta práctica.
Así mismo, en el famoso libro del Kamasutra, escrito hacia el III después de Cristo, se puede encontrar referencias alusivas al beso.
La química del beso
El beso no sólo puede verse como un simple acto erótico, sino que va más allá de eso. Esta antigua práctica representa un excelente ejercicio que ayuda a quemar calorías, puede ayudar al fortalecer el sistema inmunológico, además de crear vínculos afectivos entre las personas.
Es tan alto su poder que, de acuerdo a ciertos estudios realizados por especialistas en la materia, el beso puede compararse a una droga natural, ya que provoca en los individuos un incremento de la oxitocina, la hormona responsable de generar cambios físicos y neurológicos como el placer, el enamoramiento y todo lo vinculado a la afectividad.
Para las parejas, que acostumbran besarse, esto puede representar el tener una vida más longeva y feliz, ya que encierra un poder terapéutico y psicológico. En otras palabras, el beso puede representar un acto definitorio de éxito o fracaso entre los amantes. Sin él, no están presentes el deseo, la pasión y el amor por el otro.
El beso y los mitos
A nivel cultural, el beso proveniente de La India, se expandió rápidamente por Europa durante la época de Alejandro Magno.
De acuerdo al mundialmente conocido relato de La Odisea, el beso era relatado en sus pasajes, pero la historia no queda allí, ya que en La Biblia se hace alusión al beso como un hecho simbólico, cuando Judas besa a Jesús y con él, sella su destino.
En la antigua Persia, era común que los hombres se besaran, mientras que para los Celtas, este acto era, hasta cierto punto medicinal. En la época medieval, era impuro besar a una doncella.
Es partir de la Revolución Industrial, que la costumbre es vista como un acto normal entre personas que se relacionaban afectivamente, pero que sólo podía llevarse a cabo en la absoluta intimidad, ya que de lo contrario, era censurado por la sociedad.
A partir del romanticismo hubo un cambio de paradigma respecto al beso. Las personas gozaban de mayor libertad para expresar sus sentimientos, generando una verdadera revolución sexual que hasta la fecha, se ha convertido en algo normal, gracias a la modernización.
Hoy es una práctica bastante habitual que se usa mundialmente para demostrar lazos afectivos como la pasión, la amistad, el afecto y el amor entre los seres humanos.
La mascarilla
La mascarilla se ha convertido en los últimos meses en un complemento obligatorio e indispensable a la hora de salir a la calle, según establece la normativa. Pero al igual que la gente que fuma por la calle o se toma en una terraza se la puede bajar momentáneamente, ¿se puede bajar la mascarilla para dar un beso?
Recientemente ha entrado en vigor la llamada “Ley de la nueva normalidad”. En dicha Ley se establecen los lugares en los que se puede y en los que no es necesario llevar mascarilla.
Habitualmente, se nos permite bajarnos la mascarilla un momento concreto e inmediatamente ponérnosla de nuevo. Pero una cosa es estar en misa y otra en procession: cuando vamos con nuestra pareja o con una persona conviviente por la calle podemos bajarnos la mascarilla. La respuesta es no, ya que no está permitido por Ley y podría acarrearnos una multa por poner en peligro la salud pública.
Parece algo totalmente irreal pero legalmente no. Puedes bajarte la mascarilla para expulsar el humo de tu cigarro en medio de una calle llena de gente, pero no te puedes dar un beso con tu pareja o incluso conviviente en un sitio público, aunque no haya nadie delante. Ya que esta última idea no está contemplada en la normativa vigente.
Fuente: https://listindiario.com/la-vida/2021/04/18/666360/besar-o-no-besar-ese-es-el-dilema